Si analizamos el tipo de fibras que componen los músculos, encontramos que existen tres categorías: I, IIa y IIx, aunque éstas últimas también se pueden llamar IIb en función de la antigüedad de la fuente básicamente.
Estas fibras disponen de capacidades diferentes, siendo las primeras las más capacitadas para ejercer menor tensión pero durante más tiempo, siendo las adecuadas, por ejemplo, para realizar movimientos repetitivos constantes o para la estabilidad articular. Las fibras IIx, por el contrario, tienen una mayor capacidad para generar tensión (fuerza), pero se agotarían mucho más rápido. Las IIa tendrían una capacidad intermedia. Si lo analizamos desde un punto simplista, al final todo se reduce a fibras de de contracción rápida, y fibras de contracción lenta.
Todo esto que, a priori, puede parecer un tostón fisiológico sin ninguna importancia, es necesario para entender el funcionamiento de nuestro sistema muscular y aprender a trabajarlo de una manera efectiva. Todos nuestros músculos están compuestos de estos tres tipos de fibras pero, según la función para la que fueron concebidos, disponen de una mayor cantidad de unas u otras. Los músculos principalmente potentes como puede ser el dorsal ancho o pectoral, están compuestos predominantemente por fibras de contracción rápida, mientras que los músculos del core, entre otros muchos, tienen una composición opuesta disponiendo de una mayor cantidad de fibras de contracción lenta. Esto resulta determinante a la hora de entrenar ya que, dependiendo de la composición, cada músculo deberá ser tratado con diferentes niveles de intensidad y, por tanto, número de repeticiones, para obtener una respuesta.
El soleo, por ejemplo, ese que trabajamos en la máquina de gemelo sentado con las rodillas flexionadas, tiene una media de un 88% de fibras de contracción lenta, lo que nos obliga a trabajarlo a intensidades bajas (15-25 reps) para que el tiempo bajo tensión sea suficiente y el estímulo el adecuado para provocar una respuesta. En caso de utilizar una mayor intensidad o menor número de repeticiones, nunca llegaríamos a fatigar suficiente esta clase de fibras por lo que la respuesta sería mínima en el mejor de los casos. Lo mismo ocurre con los diferentes músculos componentes del core o encargados de la estabilización de cualquier articulación. Por el contrario, músculos de naturaleza potente, con un mayor número de fibras de contracción rápida, deben ser trabajados a intensidades comprendidas entre 70 y 100% de su repetición máxima. En función del objetivo que persigamos trabajaremos cerca del 70% (8-12 reps) si queremos aumentar la masa muscular, o bien cerca del 100% (1-6 reps) en caso de desear ganar fuerza. Entre 6 y 8 se obtendría tanto masa muscular como fuerza pero dejaríamos de conseguir los resultados que obtendríamos con entrenamientos específicos.
Por último, este concepto resulta determinante a la hora de explicar la intensidad adecuada en ejercicios complejos, como las cargadas olímpicas o las sentadillas frontales, donde se implican una gran cantidad de músculos de ambas categorías. En estos casos, un número excesivamente alto de repeticiones puede producir alteraciones en la mecánica y la asociación muscular conforme el patrón motor se vaya modificando al fatigarse algunos de los músculos encargados del mantenimiento de la postura. Esto, además de reducir la efectividad del ejercicio, aumentaría drásticamente el riesgo de lesión. Es por ello que rara vez veremos realizar más de 2 reps de snatchs, o 6 reps en el caso de sentadillas frontales.
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